N-III Madrid a Valencia. Un Viaje Inolvidable. 4ª parte

 Buenas noches a todos.

Tras unas jornadas de pausa forzosa, por temas de salud, continuamos con uno de los más prósperos y fructíferos viajes de la década pasada.

Le decimos hasta mañana, que no hasta pronto al lugar más espectacular de todo nuestro trayecto, un lugar tan mágico del que ya jamás nos olvidaremos. 





Y seguimos rodando hacia el este por la modernísima N-III. No es necesario obviar la época durante la cual se abrió semejante carretera al tráfico rodado. A pesar de que ya había proyectos desde la década de 1940, y que de hecho alguno de los cuales incluso comenzó a construirse, todo sufrió un parón en la práctica hasta que la variante del más terrible, tedioso, cansino y odioso tramo de todos se abrió, finalmente, casi al final del año 1969.




Y, claro, ahora es un paraje bellísimo y embaucador... Antes, no. 


Afortunadamente, y aunque en la práctica se halla casi abandonada ésta última carretera es toda una gozada, con curvas de radio medio, algunas enlazadas, con buen firme, peralte adecuado y una anchura excelente, pero no hay que confiarse apenas en el tramo de la presa. Unas curvas con límite a 60 Km/h a consecuencia de las exigencias del terreno, que por muy buena que sea la plataforma sobre la que se asienta, que de hecho es el propio muro de la presa, con lo que ésto conlleva si se nos ocurre hacer el pamplinas aquí y resulta que no estamos solos, nos obligan a estar muy atentos. 




La N-III, tras una subida medianamente prolongada se asienta sobre terrenos más agradecidos, con esa peculiar coloración rojiza que le da al asfalto su componente de material calizo. 




La siguiente parada, tras pasar por alto Minglanilla (que ya lo siento, pero es que ni la vimos, tan sólo a la vuelta nos fijamos en las indicaciones y debido a la duración del viaje de vuelta era imposible parar mucho más), no tarda en llegar y nos detenemos en Utiel. 

Y allí, cerca de una estación de servicio, se hallaba éste bonito pero arrumbado Opel Rekord coupé. Un automóvil elegante que no dudo de que en su mejor época, fuese toda una belleza. Si ya lo era en tal estado... Lo más posible es que, de estar restaurado, pulcro y  con sus cromados brillando al sol, nos hiciese acabar babeados vivos. 

Su cercano pariente Opel Kapitan ha tenido la rara virtud de enamorarme, y éste no creo que fuese menos de lucir como bien se merecía. 





Al poco seguimos nuestro viaje, sin detenernos ya jamás hasta que tomamos la N-III hacia la zona de Siete Aguas. 

Aquí, a la vuelta fotografiaría algo que, hasta hace escasas horas y gracias a una ayuda externa, no conseguí ubicar durante los nueve años que distan de éste viaje... Manda narices, pero esa memoria volátil tan puñetera, a veces te lía unas trastadas de dios es cristo, y ésta no es nada comparada con otras... Un desvarío. 





Aquí la carretera pierde su trazado recto, con una notable y socarrona sucesión de curvones de radio medio poco peraltados, un tramo sinuoso y que no dudo que durante sus últimos años en activo anteriores a la desaparición del tráfico pesado y su migración a la autovía, tuvo que causar innumerables molestias y dolores de cabeza. Y pese a todo, era lo mejor que había, y ésta carretera lo soportaba. Saturada sí. Con tráfico denso, también. Es innegable en ésta ruta tan transitada e importante para el país. No es un mal trazado, ésto que conste ya que amplía las antiguas y muy ratoneras curvas anteriores mediante nuevos muros de contención sobre los que se asienta la parte de la calzada a Valencia y unos grandes tajos de los montes situados a nuestra izquierda. 





Y no siempre es posible encajar tres carriles en un lugar así, aunque éste es el tramo de menor pendiente, porque lo realmente severo está justo a punto de empezar. 




Una muy breve parada: sólo por el hecho de tratarse de una antigua Casa de Postas ya se merece una mención aquí, pero sin obviar su función actual, que me consta que merece y bien la pena detenerse a comer aquí. 





Siguiente detención, frente a un bonito viaducto ferroviario el cual por algún motivo, por alguna razón me pareció extrañamente cercenado, sin saber por qué encontraba sus dos partes, la de piedra y la de metal incómodamente discordantes. Lo reconozco: soy un amante tal del equilibrio, en todas las facetas de éste, que ver algo así me causa una extraña sensación de que alguna cosa, algún elemento y no sé el qué, no debería estar así. 

Y no sé si el posible Asperger tendrá algo que ver en ello, pero es una de esas sensaciones que no resultan fáciles de evitar por mucho que lo intente. 

Y una sensación similar me invade cuando visito el impresionante viaducto de Caserío del Puente, muy cerca de Castrogonzalo, sobre el Río Esla, una de cuyas partes volaron durante una cruenta guerra. 




Y eso que de todas formas la parte metálica no es impersonal, sino de vigas de hierro, siendo hasta bonito de lo típico que resulta. Al final me he de concentrar en cada parte por separado, ya que si no la sensación es un poco extraña y más de una y de dos veces me han mencionado la expresión facial que pongo al suceder algo parecido. 







Pues seguimos el trayecto por la sinuosa y divertida parte de ésta importante ruta nacional... Siendo prácticamente el único turismo que circulaba por ella durante las horas centrales de la torrida tarde, en verano abierto y con un sol implacable.

Lo de viajar en un turismo clásico, en muy buen estado pero que en 2013 se acercaba a los 40 años, sin aires acondicionado ni nada similar, nos hacía disfrutar del trayecto a ventana abierta durante todos los tramos de N-III que nos salían al paso ya fuese la moderna o una de las abundantes y muy sinuosas partes más antiguas. Y encantados... Sin ninguna duda. El problema, el maldito gran problema, era el sol que azotaba con toda su mala hostia concentrada en unos pocos centímetros cuadrados de piel, como si tuviésemos una descomunal lupa encima. 

En sí mismo, el viaje está resultando de las mejores experiencias de toda la vida... Y pasará a los recuerdos como tal, sin ninguna sombra de duda. Así sigue aún nueve años después. Y poca posibilidad existe de superar algo así. 





Afortunadamente para los conductores que la utilizaron hace ya décadas, el paisaje se abre más allá, y aunque las curvas no van a cesar son de radio medio, más amplias y abiertas. La autovía curiosamente, comparte el valle con la nacional, le ha pegado algún tajo, en una pequeña distancia aprovechó su trazado teniendo que hacer una variante pero, aún así, ésta queda totalmente bien integrado y sin extraños vaivenes ni bailoteos extraños ni zanjas mal rematadas ni nada, con lo cual se nos presentan ambas vías totalmente íntegras y ésto acaba resultando una visión casi encantadora de la evolución de los trazados. 






De repente y sin previo aviso el paisaje se cierra de nuevo, las rampas se enfurecen y hay un cambio del firme anterior a uno peor que malo, pésimo, aparece un tercer carril adicional que se nos antoja vital, la bionda aloja en todo momento bajo ella una protección extra pero casi iba a ser mejor haber colocado directamente un muro...; las curvas del tramo sinuoso anterior reaparecen, pero junto a un barranco, lo que nos muestra toda la crudeza de la N-III y nos hace saber que resultaba implacable con cualquiera que osara importunarla. 

Éste tramo jamás concedió una segunda oportunidad.
 




Entre tanto vaivén de curvones, lo ajado del asfalto que ya ha perdido cualquier atisbo de integridad estructural, lo amenazador que resulta el barranco y demás somanta de lindezas, nos topamos con algo que, de nuevo, nos hace detenernos, y por poco pero el coche acaba estacionado dentro.
 




Éste es el hito del kilómetro 310 original, junto al 303 actual, y ambos se hallan ubicados justo bajo la nueva Ermita de Buñol. 





No podíamos pasar ésto por alto. Semejante desgaste, que sólo se soluciona con una buena capa de asfalto de tipo drenante sobre ésta escacharrada capita de betún superficial esparcido sobre una capa anterior hecha literalmente trizas, no es nada que debamos tomar a la ligera. Cualquier atisbo de adherencia por mínimo que sea ha desaparecido por culpa de un mantenimiento nulo y una dejadez intolerable, que lo hace similar a rodar con neumáticos diagonales y con las ya consabidas y poco agradables y aún menos gratificantes direcciones en la columna de la vibración. Evidentemente, ni siquiera en verano abierto y con un lorenzo terrorífico resulta apenas nada placentero ni tranquilizador un tramo de montaña que presenta un firme así. No me quiero ni imaginar que durante una de nuestras pasadas se pusiera a caer una borrasca o una tormenta. Casi, casi preferiría rodar por el tramo de Contreras, adoquinado como el de Belinchón, bajo una granizada de las que hacen que el techo del vehículo se parezca a una ametralladora. Literal. Mejor adoquinado que así. 





Sin dejar de sentir una sensación de vergüenza ajena por el nefasto estado del asfalto, ahí va el motivo de que mecionase la nueva Ermita de Buñol. Allí a la derecha, encontramos la antigua. Quizás ya no se puede llegar a ella, ya que como veremos ésta carretera, a pesar de su notable mal estado, reemplazó a un tramo anterior que era, para colmo, mucho peor. 

No van a dejar de sucederse las sorpresas... Os lo garantizo que aquí existen y se reparten, con una generosidad encomiable, collejas de todo tipo, para quien las quiera. 





Y, entre tanto tremor que aquello casi parece Torre del Bierzo, tanto ajo que parece una convención de habitantes de un edificio maldito y tanta retahíla de desbabayes y despropósitos viarios, encontramos un pequeño espacio de relax. En el acceso a la nueva Ermita de Buñol, desde la cual se tienen impresionantes vistas, se halla éste pequeñito y encantador espacio. Además, una gran idea ha sido proteger a sus visitantes con unos árboles que nos libran de ser (aún más) guisados por el inacabable torrente de rayos. 




Yo recomiendo una visita a la Ermita, allí arriba, aunque no se sea creyente ni devoto, y ya que estamos en ese sitio, disfrutar de las vistas. No quedaréis decepcionados si delante aparece el enormemente largo Viaducto de Buñol, ni el tráfico incesante de la A-3. Os lo aseguro. 




Una breve ojeada atrás cuando nos sorprende la aparición casi misteriosa de otro turismo, ¿ha elegido éste tramo porque odia la autovía o porque es el tío con más parsimonia y paciencia del mundo? Ambas son posibles. No lo sabemos. No henos notado una diferencia entre trazados tal desde que dejamos atrás Cadavedo y Soto de Luíña. Pero gozamos de una vista panorámica casi total. 





La mayor de las sorpresas cuando aparecen varios pretiles debajo de nosotros, circunvalando el otero de roca sobre el cual se asienta la nueva ermita... Y descubrir cuán terrible resultaba realmente éste viejo puerto antes de la construcción de esa cochambre realmente mal afirmada por la que hemos tenido la osadía de transitar y a la que deja en calzonas debido a su más que probable terrible estado antes de resultar abandonada y medio sepultada. 








No, no es un dicho cierto...¡¡Cualquier tiempo pasado NO fue mejor!! ⚠ 




Que se lo digan si no, al conductor de éste Volvo VN que iba hacia el norte para acudir a una lejana concentración camionera... Y tratar de imaginar éste mismo camión, con un semirremolque acoplado detrás, cómo diablos hubiera conseguido viajar por aquí sin hacer con el tráfico una letanía de cesiones de paso. 




Vamos a continuar. Algo nos espera más allá. De momento el hito 311, junto al nuevo metálico que indica el recorte que ha sufrido la carretera nacional, y del que se beneficiaron todos los conductores. 






Y no hay que llevarse a engaño. ¿Acaso es tan terrible el estado del tramo anterior? Que no... Claro, pues cuando veáis la cementera que se ubica a menos de un kilómetro de allí, entonces pensaréis de nuevo en lo peligroso que resultaba, además de ajado, alabeado y agrietado, deslizante en grado sumo...? ¿Por qué no le pusieron barreras de neumáticos en el talud? Menuda fiesta nacional de mamporros tenía que ser... 






Un bastante antiguo establecimiento abandonado ya, con el nombre que también tiene la zona tan rematadamente mala que hemos visitado y desde allí, el paisaje se abre de tal manera, que la nacional N-III se integra de nuevo totalmente en la autovía A-3.





Pero no pasan muchos kilómetros hasta el enlace de Chiva, el cual tomamos. Será una de nuestras últimas paradas del día... 




El antiguo kilómetro 320, que éste sí que goza del kilometraje actual en detrimento del original, aparece en la antigua variante de Chiva. Antigua,... Más tarde lo veremos. 





Básicamente porque ya no es variante. La población ha crecido integrando la N-III en su casco urbano, y no sólo la antigua carretera decimonónica. 

En la rotonda, bajo la señal se hallaba otro kilométrico de piedra. 





Allí comimos aquel día. Huelga decir que el coche se quedó agazapado bajo la pasarela peatonal superior, con la intención y la necesidad de que le cayese algo de sombra encima. Y yo, que soy del noroeste, desde entonces, con una camisa ligera de manga larga. Ya estaba hasta las narices del lorenzo ese irrespetuoso. Bastante lo había aguantado en Cuenca, y ya estaba como un puesto de venta de tomates. 🍅





Cerca, una leve sensación de desazón reapareció... Guiaron a tantos conductores, distribuyeron el tráfico como mejor supieron, y ahora se hallaban allí junto a la tranquilidad casi absoluta de la variante, como queriendo volver a recibir a un tráfico más que demencial, el de una de las rutas más saturadas del país al que, sin duda, parecen añorar... 

Y que, sin lugar a dudas, ya jamás regresará... 





Pero resultaba además, una escena bonita, hasta tranquilizadora... Saber que la paz regresó ya a éste bonito lugar tras décadas de incesante ruido, y que así sigue, y seguirá... 





Más tarde, nos desplazamos a la última parada del recorrido. Que no del viaje. Nos esperan más sorpresas. 

Éste imponente viaducto esperaba nuestra visita, y qué más hubiera deseado él que recorrerlo en automóvil, y nosotros amantes como somos de semejantes obras de ingeniería, pero a no ser que tal automóvil se tratase de un todoterreno, imposible... El mejor acceso era, literalmente, un talud. 






Y aquí el mejor ejemplo de lo ya antes dicho. El incesante tráfico de domingo, sí sí de DOMINGO, en la A-3 multicarril.
 



Al que en su día se le ocurrió colocar unas vallas publicitarias sobre el Viaducto de Rambla de Poyo, os aseguro que de encontrármelo de frente, iba a estar sacudiéndole de collejas de aquí a Laguna Seca. 

Semejante despropósito, para mí se asemeja a un fratricidio. Es intolerable que una obra de arte así, un viaducto tan bonito, acabe siendo cercenado por ambos accesos y, para colmo de colmos, víctima del atentado de semejante horda de desalmados. 

Al menos, finalmente ha acabado imperando el sentido común y, tan pronto como las hicieron aparecer, las tajaron para siempre del tablero del viaducto. Alguien con cerebro, lo que siempre se agradece, sin duda, y más en un lugar tan icónico como éste.
 





Volveremos muy pronto... 







Enlace a la 5a parte



Comentarios

Entradas populares de este blog

Compañeros de Ruta y Afición. Blogs y Páginas sobre el mundo de las Carreteras Históricas

Un viaje por los recuerdos. Naturaleza, Cañones y Alta Montaña. Siéntete Vivo

Parque de la Naturaleza de Cabárceno. 14 de agosto de 2022