Muy buenos días.
Sigamos por unas agradables localizaciones junto a los cursos de agua y lagos o embalses, para gozar aún más de la meteorología estival.
Nos vamos, en primer lugar, de un embalse que dio bastante de qué hablar hace unos cuantos años, y más tarde vamos a ver por qué.
Los Barrios de Luna, y su fértil valle, que ahora aloja al embalse homónimo al pueblo, es un encantador paraje donde detenerse un buen rato, y cuanta más agua haya, mejor. Resulta cautivador y es posible gozar de un silencio, casi, casi total. Lo único que lo rompe, es el agua cayendo por la presa, para volver a ser el Río Luna, los csnturreos de las aves y algunos vehículos que pasan despreocupadamente por allí.
Como vemos, es muy notable la reparación integral de la carretera, la antigua comarcal C-623, actualmente CL-626, llevada a cabo durante el año de 2017 ya que se encontraba prácticamente destartalada. También ésto vamos a verlo más tarde.
Y ahora, unas imágenes de uno de los peores años de sequía que se han vivido en León. Durante 2012, aunque en 2017 fue aún peor y redujo el embalse a una charca y el antiguo curso del río.
El viaducto atirantado Fernández Casado, nombrado en honor a un gran Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, y que fue el más largo del mundo de su tipo durante año y medio, se alza imponente sobre el embalse, o bien sobre el árido valle, para dar cabida a una autopista AP-66 que es, totalmente, de alta montaña. No es parte del reportaje, pero quien haya conducido por ella lo entenderá.
Así, lo que dejan las aguas tras su retirada es desolación, carente de vegetación en su totalidad, tan sólo las bases de los árboles y la aún visible C-623 original, la cual no se benefició de ningún firme más allá del empedrado, ni siquiera de un leve riego asfáltico, antes de quedarse anegada para siempre.
Ese antiguo puente que procedía del este, de la zona de Villablino, nada tiene que hacer salvo agazaparse, protegido bajo el inmenso viaducto de hormigón armado, habiendo dejado de cumplir su función hace unos 70 años, cuando las aguas empezaron a subir de nivel.
Así se hallaba el lugar, frecuentemente tan encantador, durante aquel año. Prácticamente una laguna, mientras vemos la variante del trazado original, la carretera actual, discurriendo a media altura en las montañas.
También las antiguas edificaciones de las aldeas y los pueblos que fueron directamente anegados, salen a la luz del sol con tan poca frecuencia que casi ya da todo igual. El fértil valle sirve ahora para una central hidroeléctrica y, no lo vamos a negar, para que la hidrología haga más agradable el viaje por la zona, porque quizás de no haber sucedido ésto, tampoco nos llamaría tanto la atención...
O quizás sí.
Todavía hay algún que otro aventurero que se mete casi hasta la cocina... A mí me bastó con dejar el vehículo a medio camino, sin buscar problemas de los cuales ya no quería saber absolutamente nada.
No se puede decir lo mismo del curioso error que cometió aquel hombre, que precisó de la intervención de unos agentes para sacarlo del lodazal en el que se había metido. La imagen de aquello resultaba rocambolesca.
Así se hallaba el embalse. Literalmente, volvía a parecer el paisaje de alta montaña que realmente es, entre picos elevados y hondos valles por donde vagan las cabras y la vida salvaje a su antojo.
Pero eso no fue lo peor del asunto.
Lo peor era que allí abajo quedaban lo que ya eran literalmente despojos de los accidentes acaecidos en el pasado.
Yo al menos, aluciné pepinillos cuando me encontré con ésto... Era el salpicadero de un BMW.
Pero bueno, tíos... Sólo había visto la punta del iceberg. Yo era el Titanic, y me estaba a punto de esnafrar contra él.
Cuando vi lo que me pareció un Renault 12 siendo desarmado a cachos, no sé ya ni qué cara se me debió quedar.
Pero es que ahí tampoco acababa el asunto. Ver un coche moderno, estupendo, amplio y tan bien construido como el Fiat Stilo, en su versión de 5 puertas, allí tras haber caído, pegándose el panzazo padre contra la superficie tras dar algunas vueltas de campana (fue desarrollado para aguantar cualquier golpe de 15 Km/h sin sufrir el mínimo daño), lo cual demostraba su estructura casi intacta (el techo fue lo único que se combó hacia abajo un poco), para luego quedar reposando siniestrado en el fondo, y que durante el estiaje algún infraser anduviera rapiñándole piezas, me dejó literalmente sin habla.
Lo que al final era una Renault Express, no corrió la misma suerte. Aquí se pueden conjetura dos cosas. O que hacía ya mucho que se había caído al embalse, o que cuando sucedió tal cosa éste estaba muy bajo, o ambas porque, desde luego, lo que quedaba de ella estaba apenas reconocible.
Claro que estamos hablando de un Renault 5 de segunda serie con caja atrás. Era como se hacían antes los vehículos comerciales ligeros, lo que cambió desde 1996 de manera definitiva. No creo que un Renault Express ofreciese mucha resistencia a los golpes. Ni que estuviera tan bien preparado contra la corrosión, y mucho menos la de las aguas durante vete tú a saber si una o dos décadas.
Éstas imágenes sí que resultaban rocambolescas. Todas ellas.
Y me consta que aún había un camión y algún que otro turismo que se habían precipitado al embalse, pero ya no tuve tiempo (ni ganas) de acercarme, más tarde contaré por qué.
Y es que, como venía diciendo, los pueblos de la zona corrieron la misma suerte que esos automóviles accidentados.
Aunque muy por los pelos, Miñera y Mirantes fueron los únicos pueblos que se salvaron de ser totalmente engullidos por la recrecida de las aguas. Aún así, parte de ellos fue cubierta por el embalse, aunque en uno de ellos, la mejor forma de adaptarse a los nuevos tiempos, fue nada menos que la fundación del Club Náutico de León y la verdad es que lo apañaron muy bien, teniendo unos pantalanes donde amarrar las pequeñas embarcaciones y unos alojamientos, además de unos establecimientos de restauración que son muy de agradecer en verano abierto.
En éste punto, me había llevado un susto que a punto estuvo de provocarme una taquicardia severa.
Cómo había bajado con el coche hasta aparcarlo a unas 2/3as partes del camino, o eso me pareció, luego cuando llegué a la zona me olvidé literalmente de todo. Ver todo aquello allí abajo en ese estado, durante semejante estiaje, en medio de lo que semejaba un desierto lunar, era algo que nunca había entrado en mis planes hasta hacía pocas semanas atrás. Y claro, con mi cerebro de chorlito, cuando emprendí el camino de vuelta al coche, pues eso, que no veía el coche.
Había bajado tan expectante, que entre tantas emociones, el Asperger que a veces me la lía un tanto, y demás cosas como el alucine que llevaba encima, que empecé a correr cuesta arriba a plena velocidad... Menos mal que llevaba botas de campo. Al final, tonto de mí, lo había dejado a menos de una cuarta parte del camino que tenía que recorrer bajando hasta la zona de los tres automóviles que se habían quedado allí escachanfrados.
Así que litro y medio de agua de una tacada, tomar aire ya que creía que algún gracioso se habría llevado el coche para aparcarlo arriba en la carretera (y eso que siempre lo cierro del todo), pues al final decidí quedarme arriba para ver el resto desde algunos apartados que tiene la carretera moderna. Lo prefería así, que además buen tute de caminar me había pegado ya ese día, y lo que me esperaba.
Por eso las siguientes fotos están tomadas desde las alturas. Lástima que se perdieran varias de todo el reportaje con los años.
El tráfico discurre a alta y a no tan alta velocidad por la sinuosa y, a tramos, perturbadora AP-66. Existen algunos túneles y viaductos que toman nombres de varios pueblos desaparecidos. Cosera, por ejemplo, que da nombre a un túnel. Oblanca es otro túnel, y además también el viaducto de la CL-626 que cruza el embalse junto a la intersección del enlace con la autopista.
También Barrios es otro túnel, pero éste pueblo tuvo la mayor suerte de todas: quedarse agazapado bajo la inmensa mole de hormigón armado de la presa, por una circunstancia que lo favoreció especialmente y que vamos a ver muy pronto.
Antes de tratar el asunto de la notable mejora de la carretera actual, que ya lo pedía a bramidos, vamos a echar un vistazo a los mapas de hace unas cuantas décadas. Veremos que la carretera original ya está prácticamente desaparecida, por mucho que, caminando por ella, conserve la notable firmeza de su material superficial. Las ventajas del firme empedrado y de una buena base son innegables.
Sena de Luna siempre dio problemas, al ser su travesía un estrechamiento. Afortunadamente y desde hace bastante tiempo, existe una variante que lo evita.
Tras Pobladura se iniciaba la bajada al valle. Hoy, todo aquello ya ha sido olvidado. Láncara de Luna ha sido directamente afectado. Hoy, tampoco existe.
En loas profundo del valle, San Pedro de Luna y Campo de Luna también desaparecieron junto con el fértil valle. Justo allí, al lado, está aún el puentecito de la C-623 que veíamos antes.
Cosera y Casasola aún conservan las ruinas casi basales de alguna de sus viviendas. Nada hace pensar en la actualidad que allí se hallasen más que un par de caseríos.
El lugar elegido para la construcción de la presa, fue un enorme peñón de roca bajo el cual se hallaba, y lo hace aún hoy, Barrios de Luna. La C-623 no tuvo otro remedio que pasar ese peñón de roca por un túnel, o eso o hacer una sucesión notable de curvas a lo puerto de Contreras. Hoy, ese túnel se halla cegado, y muy bien cegado, y la primitiva C-623 sigue siento la travesía del pequeño y encantador pueblecito en lo que vuelve a ser un fértil valle.
Echa do un vistazo a las planimetrías, vemos éste par de pueblos por los que hoy discurre la CL-626 y que se salvaron del ahogamiento por los pelos. Aún no hay proyecto alguno de presa junto al enorme peñón de roca.
Yendo algo más allá, y para desfacer el pequeño desasosiego desértico de las anteriores fotografías, paso a mostrar unas cuantas más del año 2018, un año estupendo para la hidrología de la zona, que incluso a principios de septiembre se hallaba a un nivel muy alto y el verdor de la zona era notable. La brisa que llegaba desde las aguas era un auténtico gozadón.
Tendré no obstante, que hacer una referencia al pueblo de Aralla, que se halla arriba en las montañas, pero que cede su nombre a un viaducto de la variante de la C-623 el cual, no obstante, se halla en un terrible estado de ruina total.
El pueblo es muy bonito, también da nombre al puerto de montaña que pasa cerca de él en dirección a una N-630 no exenta de interés, pero ésto que veremos no resulta atractivo en absoluto, y se halla cerrado incluso al tránsito peatonal por muy buenas razones.
Desde luego, ni siquiera de no estar vallado es probable que me hubiese aventurado a entrar en él. Lo único interesante es que aún conserva algunos malecones y un hito Peña en su antiguo acceso desde La Magdalena.
Por demás, el paisaje es precioso, y con tanta cantidad de agua me da absolutamente igual que haya un solazo criminal, que esté nublado, que esté cayendo una granizada de las que hacen parecer al techo del coche una ametralladora, o que esté casi todo nevado.
Literalmente, y aprovechando dos imágenes que tomé hace años para hacer una reducción al absurdo a las que tan aficionado soy, se puede decir que el viaducto ése se halla pendiendo de un hilo...
Y todo porque su viaducto gemelo, el de Oblanca, sufrió un desplome hace décadas, de noche cerrada, tras hallarse limitado a un peso máximo de 5 toneladas durante algunos años debido a su mal estado, pero que los camiones de transporte minero se saltaban a la torera. Así, una noche, la mayor parte de su tablero y varias pilas se desplomaron, y un automóvil que se aproximaba a velocidad reducida se pudo detener antes de llegar a una muerte casi segura, avisando a todos los que se aproximaban para que no se atrevieran a acercarse más.
Incluso se tomó en su día una fotografía del viaducto justo después de que se viniese abajo.

Como resulta evidente, tratándose la C-623 de una carretera tan importante, la circulación quedó instantáneamente estrangulada. Como aquel año no había estiaje, hallándose el embalse a unos 2/3 de su capacidad total, tampoco era posible pensar en la antigua C-623 como una solución de emergencia para ir de un punto de la zona a otro. La carretera a Caldas de Luna finaliza en el propio pueblo, y la de Mallo de Luna tampoco permite grandes alardes por un motivo parecido. El resto, eran caminos de montaña para llegar a los pueblecitos próximos. Así, la única solución viable para ir por ejemplo de Villablino a León, era utilizar el Puerto de La Magdalena, yendo por Villanueva de Omaña y toda esa zona para llegar a la capital tras un tortuoso recorrido por una sinuosa carretera de alta montaña que ahora también se veían obligados a utilizar los camiones de transporte de material minero además del resto del tráfico.
Y la única solución posible para viajar de la zona de Barrios de Luna a Villablino, pues era pegar un rodeo igualmente tortuoso, yendo al sur hasta La Magdalena para después utilizar la misma carretera que discurría por media comarca de Babia, por Villanueva de Omaña, el Puerto de La Magdalena y así, por un recorrido igualmente tortuoso e inquietante lleno de camiones pesados cargados de material minero, hasta llegar a Villablino. Casi, casi era hasta mejor idea descartar tamaño rodeo y, si nos inspiramos un poco, largarse por la alabeada e inquietante LE-420 hasta Hospital de Órbigo y una vez allí, tomar la ya más adecuada N-120 para llegar hasta Astorga o bien, siguiendo aún más allá, la N-VI que tras el pueblo de Combarros se iba haciendo cada vez peor y más peligrosa, saturada, bacheada y casi intransitable hasta haber conseguido llegar a las llanuras del Bierzo y finalizar tamaña odisea llegando a Ponferrada para pasar una buena noche de descanso allí, total, ya puestos a ratonear y a dar rodeos, pues hagámoslo a lo grande.
Desde luego, no se puede decir que cualquier tiempo pasado fue mejor.
En entradas posteriores, también veremos lo que podía suponer el hecho de viajar por una nacional VI que conservaba por todas partes su trazado decimonónico, con la sola adición de algún bienintencionado guardarraíl con extremos en guillotina viva y postes en H desprotegidos, los peraltes de las curvas y una superficie de riego asfáltico, el cual ya se venía destrozando desde hacía años debido a un nunca anteriormente previsto aumento del tráfico de más del 900% durante la década de los 60, con el consecuente y agobiante aumento del tránsito pesado de la propia ruta sumado al tráfico pesado de la entonces pujante industria minera berciana, a lo que finalizando la década de los 60, se sumaba además el creciente trasiego de camiones de obra que iban y venían para tratar de conseguir abrir al tráfico la tan necesaria como vital variante, lo que se consiguió en los primeros meses de 1973 y que, por fin, supuso una mejora de varios abismos en las comunicaciones, hasta entonces penosas y muy delicadas, entre Galicia y la meseta. Doy fé de que aquello fue una locura.
Así, tras algún tiempo, el viaducto original de Oblanca fue demolido, y en su lugar se tendió uno mucho más moderno y fuerte, ésta vez sí de hormigón armado y con unas pilas también muy fuertes, que aguanta estoicamente la erosión de las aguas debido a su gran calidad de construcción. Es éste viaducto el que hoy se puede encontrar y transitar, también a pie gracias a sus pasos peatonales vigilados por sendas biondas, a veces salvando su tablero por pocos metros las procelosas aguas del embalse pero que éstas jamás llegarán a tocarlo.
Así, debido al final que había sufrido su viaducto, gemelo exacto, se decidió cerrar el viaducto de Aralla, vallándolo de manera consecuente, y se construyó una variante por la cola del embalse que evitaba la ruina. El problema de éste par de viaductos no fue el hecho de estar construidos de hormigón en masa (de hecho, varios viaductos hechos de la misma manera siguen en servicio y en buen estado en la actualidad), sino por el poco cuidadoso proceso de planificación y diseño, tal vez por no hallarse en los años de posguerra la necesaria proporción de materiales adecuados, o también y quizás en adición a ésto, lo necesario que era abrir la variante que evitaba el embalse en el menor tiempo posible.
En ese mismo punto se halla la intersección con la carretera que va hacia la N-630 vía Aralla y, durante épocas de notable sequía, aún es posible caminar por la antigua carretera original y que ascendía por allí desde la C-623 original, cosa que ahora no es muy buena idea... No vaya a ser que el cascote ese que se ve casi a punto de caer se te venga encima y literalmente te aplaste el cráneo. El desplome de más partes del ruinoso viaducto ocurrirá, sin duda, más pronto que tarde, y es de esperar que en pocas décadas toda la estructura se acabe viniendo abajo, ya que ni se prevé ni se espera que sea rehabilitado, ni siquiera como paseo peatonal.
Es mejor dejar que la ruina, en éste caso concreto, se venga abajo ella sola, por poco agradable que nos pueda resultar.
Ésta es la carretera que subía de la C-623 hacia Aralla de Luna. El automóvil se halla bajando de aquel pueblo en lo que ya es el embalse, con el viaducto recién terminado sobre él.
Desde luego que yo no me voy a aventurar a bajar por ahí, teniendo accesos mucho menos peligrosos que utilizar para bajar a recorrer todo el trazado de la original C-623 cuando coincida que viaje por la zona y el estiaje por la escasa pluviosidad haya hecho sus estragos dejando de nuevo el embalse cual charca en un desierto.
En la siguiente imagen, podemos ver el nuevo Viaducto de Oblanca, durante una temporada en la que el embalse se halla completamente lleno.
Sea como fuere, hay cosas que nunca cambian, como el coloso atirantado, que es visitsble gracias a un aparcamiento junto a el y que curiosamente, circulando sobre él no es precisamente muy ancho ya que los arcenes son mínimos, pero quién diría, visitándolo por debajo, que no sobra la anchura en ambas calzadas, desde luego parece todo lo contrario.
Y lo parece aún menos cuando un enorme Setra S 431 DT de 14 metros de largo y 4 de alto, pasa cubriendo la línea de Madrid a Gijón sobre su tablero a plena velocidad sin la menor preocupación y lo que tú realmente ves, es que ese gigantesco vehículo de alto lujo aparenta más ser un Guisval... Y lo mismo sucede con el igualmente largo pero algo más bajo S 417 GT-HD amarillo que pasa poco después también hacia Asturias. Cualquier vehículo por grande que sea, se queda al lado de ésta mole como si se tratase de una simple alubia.



Ahora podemos ver alguna de las peculiaridades de la zona. Por ejemplo, la antigua carretera que sube de la C-623 original a la salida de Barrios, hacia Mallo de Luna. Durante años estaba en tan pésimo estado que la limitación de velocidad era de 20 Km/h. Y también es criticable a más no poder el más que cuestionable diseño de los guardarraíles que, sujetos por puntos de soldadura a unos perfiles de acero (siendo materiales diferentes) que se insertaban al borde de la calzada, a pesar de llamarse coloquialmente quitamiedos, miedo era precisamente lo que más provocaban. Lo único que tenía algo de lógica, eran la propia bionda y sus elementos reflectantes... Y ni así. Vamos... Un despropósito en toda regla. No pocas veces crucé la presa, estacionando en un espacio de grava compactada, en viajes posteriores a éste, para salir del coche y acercarme a pie, con la intención de comprobar si seguía allí aquel invento venido del averno y colocado justo al borde de un barranco poco menos que vertical.
Pues no me pude descojonar veces y más veces con semejante artilugio malévolo... Al que se le ocurrió semejante indaleciada, habría que alicatarle el trasero con agua hirviendo.
Finalmente, tras un tiempo con la coronación de la presa cerrada al tránsito, en el cual se cuentan los dos viajes hechos en 2020, uno en julio tras lo peor de la pandemia y otro, ésta vez en solitario y en septiembre, durante el verano de 2021 pude al fin acceder. Me encontré además con esa perturbadora e inquietante carretera, totalmente renovada. Señalizada muy bien, con muy buen asfalto, por fin con denominación alfanumérica propia (lo de los colores ridículos, vamos a obviarlo), y parece que por fin, bien protegida. Aunque seguía siendo tan estrecha como siempre, parecía que ya estaba mucho mejor adaptada para el poco tráfico que tiene.
Pero no hay que llevarse a engaño.
¿A que todo parece mucho más lógico en ésta imagen tomada en los primeros metros de la carretera hacia Mallo de Luna desde la presa?
Pues nada más lejos de la realidad.
Volvemos muy pronto...
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